Dice E. J. Howard en su maravillosa novela Confusión (tomo 3 de las Crónicas de los Cazalet; una joya de la literatura inglesa) que una de las diferencias entre los aficionados y los profesionales es que los aficionados solo trabajan cuando les apetece y los profesionales trabajan, se sientan como se sientan. Muy recomendable este texto ambientado en la Segunda Guerra Mundial en la que, como en todas las crisis, se dan comportamientos muy similares a los observables ahora. ¿Quién no ha tenido la tentación de rendirse? ¿Qué emprendedor/a no ha querido tirar la toalla una o cien veces? ¿Quién no ha desertado, harto de tanto esfuerzo, sin esperanza, machacado, agotado? En un país que nos ha educado contra la imaginación, la creatividad y la autonomía, ser emprendedor es, a veces, una heroicidad. No nos extraña que más de uno se eche a llorar pensando si no hubiera sido más fácil otro camino… y les echamos la culpa a unos y a los otros, tratando de evitar una responsabilidad en la que todos tenemos cuota.

Al principio del estado de alarma, para aquellos que teníamos la lotería de la salud, el confinamiento fue casi confitamiento, perdonadnos la broma; al fin y al cabo, algo, aunque fuera un maldito virus, nos obligaba a parar. Oíamos hablar de que si bien los autónomos y las pymes no pudiéramos sobrevivir habría que reinventarse. Pero lo cierto es que reinventarse era una palabra poco sensible en un contexto en que la tragedia se cebaba con la vida de nuestros seres queridos; así es que algunos decidieron hibernar. Durante ese invierno muchos se dedicaron a transformar su producción, se adaptaron al teletrabajo, haciendo virguerías para sobrevivir, convirtiéndose en una suerte de cocineros, limpiadores, maestros, gestores, financieros y consejeros en su propio hogar. Los aficionados, aletargados, en un estado casi catatónico, leían las noticias, miraban sus cuentas, se lamentaban y volvían al sofá.

Los profesionales, los héroes y las heroínas que nos han ayudado y nos han inspirado para salir adelante, seguían trabajando.

En estos momentos, cuando parece que estamos más cerca del final que del principio, y algunos empiezan a desentumecerse y a pensar en que, tarde o temprano, tendrán que volver a salir ahí fuera, ahora es cuando observamos que algunos, muchos, se han quedado congelados en estas terribles últimas doce semanas. Es comprensible, ha sido un parón involuntario, un shock inesperado. ¿Has oido eso de que la vida es un 10% lo que te pasa y un 90% cómo te lo tomas? Suena mucho a Inteligencia Emocional, y lo es. Nuestra capacidad de adaptación y de resiliencia nos ha hecho los animales con mayor supervivencia del planeta y nos ha demostrado que nos adaptaremos; unos lo harán de forma pasiva, y otros, los auténticos emprendedores, héroes y heroínas cotidianos, lo harán, lo están haciendo, de forma proactiva.

Comienzan a subir las temperaturas y empezamos a sacudirnos el hielo. Es cierto que algunos no queremos que se derrita del todo, se podría ver el desgaste, el dolor, la inseguridad y la incertidumbre que nos acecha, pero la verdad es que muchos no han dejado de trabajar, aún en las circunstancias más adversas, no nos han abandonado, han reforzado sus valores, su calidad humana, a veces incluso a sabiendas de que no habrá más retorno que el agradecimiento. Así es que sí, podemos garantizaros que los profesionales seguirán trabajando, aun si cabe con mayor ahínco, en esta nueva realidad, con distintos retos, entornos diferentes y condiciones menos óptimas mientras, quizás, algunos, otros, se irán de vacaciones.

Por eso hoy, no solo queremos mostrar nuestro mas sincero agradecimiento a los autónomos, a las pymes, a los profesionales que no os rendís y que continuáis siendo un ejemplo para todos; hoy, honestamente, esperamos poder contribuir a vuestro valor, codo con codo.

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