Las ideas no valen nada

Sí, lo admito. Soy de ese tipo de personas que tiene debilidad por series y documentales basados en casos o experiencias reales, aunque sea consciente de que, en la mayoría de los casos, por exigencias comerciales o audiencia requieran de algún “aderezo de ficción” para adornar y exagerar partes de la historia que poco tienen que ver con la temática principal

Algo que suelo hacer con este tipo de series que tuvieron ese efecto wow sobre mí y me marcaron de alguna forma, es verlas por segunda vez. Un ejercicio que me permite apreciar muchos más matices y detalles que en un primer momento pasaron desapercibidos, ya sea por falta de atención, enfoque o conocimiento de la temática. Es el caso de Silicon Valley, una serie de 2014 con varios premios Emmy y Globos de Oro que nos cuenta la historia de un grupo de amigos que deciden emprender en el mundo tecnológico a partir del desarrollo de un algoritmo que se suponía cambiaría la forma de gestionar el almacenamiento y reproducción de archivos, algo que permitiría, por poner un ejemplo, que la descarga del último tema de rabiosa actualidad sobre quién se queda con el perro, Shakira o Piqué, ocupase mucho menos espacio en nuestro móvil. Matices técnicos aparte, durante los diferentes capítulos el equipo se enfrenta de forma constante a base de “prueba y error” (como casi todos los mortales en esa misma situación) a los retos inherentes al proceso de constitución de un modelo de negocio, producto o servicio.

Por supuesto, no voy a hacer espóiler de esta muy recomendable serie: episodios cortos, distendida, con importantes dosis de humor y con un aterrizaje práctico de toda la teoría relacionada con el mundo del emprendimiento bastaste fiel a la realidad.

Pero si tuviese que resaltar un concepto o reflexión que estoy sacando de esta segunda vez con una de mis series “fetiche” es “que las ideas no valen nada”. Si, has leído bien, las ideas no valen absolutamente nada, y las tuyas y las mías, aunque pudiésemos pensar lo contrario, no tienen otro tratamiento en este sentido.

Y no estoy diciendo que no existan las “buenas ideas”, creativas, resolutivas e incluso brillantes… Pero incluso esas no valen nada por sí mismas. Porque las ideas no valen nada si detrás de ellas no hay un plan estratégico y mucha, mucha, mucha dedicación y trabajo.

Es algo muy frecuente oír a nuevos emprendedores decir “tengo una idea fantástica que lo va petar, pero aún no puedo contártela porque podrían quitarme la idea”. 

Con los años y la experiencia empiezas a entender que ese riesgo, que te roben la idea, o es algo muy poco probable o tiene poca importancia.

Si tu idea se basa en el descubrimiento de un segmento de mercado sobre el que aplicar algo ya existente y acceder a él es relativamente fácil, será cuestión de tiempo que alguien con más recursos que tú copie o fagocite tu idea. Si acceder a ese segmento es algo complicado por requerimientos técnicos o cualquier otra barrera de entrada, seguro que otros ya lo han intentado y no han sido capaces de materializar la idea. En este caso la clave no radicaría en la idea en sí, “atacar ese nicho de mercado”, sino en la estrategia, “cómo hacerlo.” Y esa es la clave.

En conclusión, si algo me queda claro es que las ideas por sí mismas no tienen valor. Las ideas hay que aterrizarlas, trabajarlas y hay que estar dispuestos a “pivotarlas”, aunque suponga desviarnos de la idea original ante la detección de nuevas oportunidades. El “cómo” siempre será la clave para alcanzar el objetivo o éxito del “qué”.

 

La idea de escribir un post sobre el valor de las ideas, por sí misma “no vale nada”. Lo que hace que tenga valor o no, es mi habilidad o falta de ella para que tú hayas llegado hasta este punto del artículo y saques tus propias conclusiones al respecto.

Por eso hoy, no solo queremos mostrar nuestro mas sincero agradecimiento a los autónomos, a las pymes, a los profesionales que no os rendís y que continuáis siendo un ejemplo para todos; hoy, honestamente, esperamos poder contribuir a vuestro valor, codo con codo.

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