Busco socio, abstenerse príncipes que destiñan

No seas loser y si eres empleado sé el mejor y no critiques (por supuesto, este mensaje también es para el empresario)

En Audazia llevamos muchos años asesorando a emprendedores pero, sobre todo, cada vez que oímos a alguien maldecir a un empresario le animamos a que lo sea, a ver si acabamos ya, de una vez por todas, con esa leyenda urbana que dice que el empresario es un tirano y el empleado una víctima. Es hora de madurar y asumir responsabilidades. Lo cierto es que no todo el mundo quiere y/o está preparado para ser empresario. En nuestro país, el camino del emprendimiento todavía es, en general, una cuestión de sangre ya que existe un alto grado de herencia en las ocupaciones que conllevan tanto la propiedad o gestión de pequeños negocios como la de grandes empresas; una cuestión de educación, sin duda. En la escuela no se nos enseña a ser empresarios. Es seguramente por ello que, en los últimos 25 años, las escuelas de negocios han logrado entrar en el tan deseado ranking de empresas más rentables, y no es casualidad: ¿Cómo se aprende a ser empresario? porque todos comienzan con una idea pero se necesita mucho más que eso si quieres pasar de ser emprendedor a ser empresario: una actitud positiva a prueba de fracasos y traspiés, formación para saber potenciar las oportunidades de éxito, cierto talento, relaciones, relaciones, relaciones (sí, tres veces), capacidad para dirigir personas, algo de dinero o bastante -según para qué-, inteligencia para procedimentar, visión a largo plazo y mucha mucha paciencia.
Los Beckham, un ejemplo de socios y matrimonio más que productivo…
Y, si en este punto, uno se da cuenta de que, por sí mismo, hay algo de esto que no tiene o, simplemente, le empieza a acuciar la soledad del empresario (patología no reconocida pero que hace estragos) entonces es, en ese momento, cuando el susodicho o susodicha se podría preguntar: ¿Quién será la persona ideal para emprender esta aventura? ¿Quién será el príncipe o princesa que me acompañe, me dé calorcito, me dé más soluciones que problemas y aporte, al menos, tanto o lo mismo que yo? ¿eh? ¿Quién será? De la elección de tu socio y compañero dependerá que tu proyecto empresarial triunfe o fracase pero, sobre todo, que puedas comer y dormir plácidamente, algo que parece estar muy lejos de ser un derecho para un empresario. No encontramos decisión más difícil. Ahora, si lo logras, de un disparo habrás duplicado tus fortalezas y, seguramente, tus beneficios. Es curioso como hemos notado que el criterio que se elige para una pareja no es el mismo que se utiliza en los negocios y, sinceramente, no entendemos por qué. Analicemos los requisitos y juzguen ustedes mismos: nuestro socio debe tener presencia, debe saber expresarse correctamente, debe ser inteligente, leal, discreto, divertido, amable, honesto, debe saber disfrutar del triunfo y no amilanarse ante el fracaso, digno de confianza, con alguna habilidad y conocimiento que yo no tenga, que sepa sorprenderme y que se deje sorprender… ¿ven la similitud? Pues aún hay más: es fundamental que la relación esté equilibrada, es decir, que, en la medida de lo posible, se vaya al 50%. Saber dar y recibir en la misma proporción. Por ejemplo: existen muchas sociedades en las que lo que les ha unido es la necesidad de capital. Es fácil recibir dinero pero, como toda recepción, exige un compromiso: si hoy recibes, tendrás que estar dispuesto a dar mañana, y eso será más complicado si estás más acostumbrado a lo uno que a lo otro. Es más, el dinero es tan tangible que prometemos que, cuando acabe, empezarán los problemas, justo como en el matrimonio. Porque aunque la empresa, en general, y el empresario, en particular, tienen muy mala prensa, lo cierto es que su objetivo no es solo económico (si lo que tienes no es una empresa sino un negocio, léase también “chiringuito”, este post no es para ti) hay muchas cosas que nos interesan -o que deberían interesarnos- cuando decidimos montar una empresa:
  1. Poder ayudar. No solo a nuestros empleados sino también a la comunidad en la que nos desarrollamos, ser útiles, conocidos y, ya que estamos, reconocidos.
  2. Poder demostrar a aquellos que no nos dieron trabajo que no necesitamos a nadie para conseguirlo.
  3. Poder ejercer tu personalidad autónoma y creativa, haciendo las cosas a tu manera y no a la de los demás.
  4. Poder desarrollarnos personal y profesionalmente, haciendo aquello que soñamos, dando lo mejor de nosotros mismos y ver el trabajo, no como algo que hay que hacer sino como algo que amamos hacer.
  5. Poder vivir en la incertidumbre de la realidad y no en la fingida seguridad.
Y nuestro socio tiene que compartir estas razones y, sobre todo, nuestros principios y nuestros valores. Porque se puede ser muy distintos y congeniar, pero no se puede ser distintos en lo que de verdad nos importa, no en lo que nos va a sostener durante mucho tiempo. Así es que, si has encontrado a esa persona, con la que puedes ser sincero, con la que puedes compartir el triunfo y el fracaso, con la que puedes complementarte y sumar y ganar más, en todos los aspectos, entonces, tienes todo lo que necesitas. No lo pienses, di adiós a la soledad y asóciate, firma ya ese maravilloso papel porque, no sabemos si seréis felices para siempre pero prometemos que viviréis una de las aventuras más apasionantes que nos ofrece esta vida.
En los tríos siempre hay uno que sufre…
Y una cosa más, si en vez de una pareja, tu ambición o tu deseo te empuja a hacer un trío… piénsatelo un poco más. Los tríos son muy complejos y la historia nos ha demostrado que los impares siempre tienen más problemas que los pares. Y, si estás leyendo este post, y es demasiado tarde, no te preocupes, en Audazia somos expertos en relaciones empresariales 😉

COMPARTIR :